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Berlín y la mudanza del tiempo o el problema del extranjero, lo extraño y el extrañar

Por Mariana Masera


Detalle de la portada del manuscrito del Popol Vuh resguardado en la biblioteca Newberry.
Detalle de la portada del manuscrito del Popol Vuh resguardado en la biblioteca Newberry.

Ser extranjero en una ciudad, en un país o incluso en el propio cuerpo... Me explico. De acuerdo con la RAE, 'extranjero' significa: 'Dicho de un país: que no es el propio'. Es decir, un país ajeno, un país que no nos pertenece. Además, el vocablo 'extranjero' proviene del francés antiguo (estrangier, 1396), que a su vez deriva de 'extraño'. El prefijo extra- significa 'fuera de' (Corominas). Relacionado con esto, encontramos el verbo 'extrañar', que, según la RAE, significa: 'Sentir la novedad de algo, echando de menos lo que resulta habitual' o 'Echar de menos a alguien o algo, sentir su falta'.


Así quedaron unidos en nuestro vocabulario, a pesar de sus diferencias, lo ajeno, lo 'fuera de' y lo extraño con el extrañar y la añoranza. Parecería una paradoja, pero no lo es. La lengua es nuestra mejor memoria porque surge de la necesidad de nombrar, como lo hicieron algunos dioses cuando crearon el mundo (véase el Génesis, por ejemplo, o el Popol Vuh). Nombrar lo que somos y lo que no somos. Distinguir los límites, las fronteras, los bordes, las orillas que determinan un contenido y un continente, un significante y un significado, un país y una historia, un cuerpo y una memoria.

Y entonces vino aquí su palabra, vino con los Señores Tepeu y Cucumatz, aquí en la obscuridad y la noche. Habló con Tepeu y Cucumatz y dijeron que consultaron, que pensaron, se juntaron, hicieron consejo, que se declararon y pensaron unos a otros. Entonces aparecieron las criaturas que consultaron la hechura y creación de los palos y mecates, la hechura de la vida y de la creación en la obscuridad y tiniebla spor el Corazón del Cielo, que se llama Huracán; el primero se llama Caculhá Huracán; el segundo: Chipi Caculhá; y el tercero Raxa Caculhá, que son los tres que conforman a Corazón del Cielo y que vinieron con Tepeu y Cucumatz. Entonces se consultó la vida y la creación: “¿Cómo se sembrará y aclarará quien será hecho alimentador y sustentador?, dad vuestro voto”. “Que esta agua salga, que desembarace para que se produzca la tierra, que sea su juntura y así se siembre, que se aclare el cielo y la tierra, y así no les sea concebida a las criaturas nuestras hechuras, que fueren criados los hombres criaturas y formadas”. Dijeron que se formó la tierra por ellos; de solo decirlo se hizo la tierra y estuvo su ser formado. “¡Tierra!”, dijeron, y luego al instante fue hecha, así como neblina y como nube, su ser formado en retazos sobre el agua; el cerro fue hecho solo por milagro y maravilla, y en un instante juntamente se formó, produjo cipreses y pinabetes en su faz, y así se alegró Cucumatz. “Está bien tu venida Corazón del Cielo;tú, Huracán; tú, Chipi Caculhá y Raxa Caculhá. Se perfeccionarán nuestras obra y criaturas”, dijeron.

(Popol Vuh, trad. Francisco Ximénez, 2021, p. 33).


Así de contiguos y lejanos, la lengua, el ser humano y la tierra fueron organizados en palabras que construyeron la pertenencia y la exclusión, dejando entre medio una rebaba de matices que intentan inscribirnos dentro o fuera, hacernos familiares o extraños. Palabras que generaron mapas, definiendo geografías terrenales o celestiales; que describieron a individuos o tribus desplazándose a lo largo de los siglos, tornándose amigos o enemigos según se muevan las fronteras; o palabras que crearon extraños que son amigos, como en las anagnórisis literarias… Pensemos en el viejo Odiseo, reconocido por su perro, o en otras más inspiradoras, como el reconocimiento vital de Juan Ramón Jiménez en su poema Del fondo de la vida, magníficamente analizado por Tomás Segovia.

En el pedral, un sol sobre un espino, uno.

Y mirándolo ¿yo?

Oasis de sequera vejetal

del mineral, enmedio de los otros (naturales

y artificiales, todas las especies)

de una especie diversa, y de otra especie

que tú, mujer, y que yo, hombre;

y que va a vivir menos,

mucho menos que tú, mujer, si no lo miro.


Déjame que lo mire yo, ese espino (y lo oiga)

de gritante oro fúljido, fuego sofocante

silencioso,

que ha sacado del fondo de la tierra ese ser natural (tronco, hoja, espina)

de condición aguda;

sin más anhelo ni cuidado que su color, su olor, su forma; y su sustancia,

y su esencia (que es su vida y su conciencia).


Una espresión distinta, que en el sol

grita en silencio lo que yo oigo, oigo.


Déjame que lo mire y considere.

Porque yo he sacado, diverso

también, del fondo de la tierra,

mi forma, mi color, mi olor; y mi sustancia,

y mi esencia (que es mi vida y mi conciencia)

carne y hueso (con ojos indudables)

sin más cuidado ni ansia

que una palabra iluminada,

que una palabra fuljidente

que una palabra fogueante,

una espresión distinta, que en el so] está gritando

silenciosa,

que quizás algo o alguien oiga, oiga.


Y, hombre frente a espino, aquí estoy, con el sol

(que no sé de qué especie puedo ser si un sol desierto me traspasa)

un sol, un igual sol, sobre dos sueños.


Déjanos a los dos que nos miremos


O los territorios poéticos liminales de la lírica tradicional, donde resuenan las voces y gestos de muchachas que transitan hacia su transformación amorosa, evocando los ritos de pasaje. Al borde de un umbral, a punto de cruzar una puerta o enfrentadas a un devenir incierto en las orillas de las fuentes de su deseo

A mi puerta nasce una fonte:

¿por dó saliré que no me moje?


A mi puerta la garrida

nasce una fonte frida,

5 donde lavo la mi camisa

y la de aquel que yo más quería.

¿Por dó saliré que no me moje?

(Margit Frenk, Nuevo Corpus, 2003, núm. 321).


Será el tiempo, entonces, en su constante mudanza, quien nos vuelva extraños o 'extrañantes' de las tierras, los países y los cuerpos, inventando palabras ajenas o propias que nos dividan o nos unan con su caprichoso juego. Como mi deambular por Berlín, entre sus múltiples capas de memoria y desmemoria, donde encuentro lo propio, lo ajeno y lo que añoro en la derrota de las palabras sobre las que camino


Berlín, 14 de marzo de 2025.



Mariana Masera ha desarrollado una extraordinaria carrera como investigadora y creadora de espacios universitarios. Sus libros y proyectos colectivos, herederos de la preocupación política y filológica de Margit Frenk, han abierto vías inéditas para la comprensión de la lírica popular, la literatura tradicional y los impresos populares. Mariana también viene de una familia de militantes que resistieron a la violencia de Estado en Argentina, y por ello es una decidida luchadora a favor de la verdad, la memoria y la justicia.


Este texto es parte del Diario de Berlín de Mariana Masera. Puedes leer la primera entrega del diario aquí.

 
 
 

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