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Volcanas en tiempos de sequía: notas sobre "Soñarán en el jardín"

Por Diana del Ángel


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No es casualidad que este texto se componga de comienzos. El asunto lo amerita.


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Soñarán en el jardín, de Gabriela Damián Miravete, es un libro de comienzos, una serie de cuentos para un tiempo nuevo. Al menos para imaginarnos uno.


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Comenzar un libro con un epígrafe de Úrsula K Le Guin solo puede ser superado por comenzarlo con dos. La autora norteamericana ha nutrido a sus lectoras con material para imaginar mundos donde, por ejemplo, los cuerpos de sus habitantes no tienen género definido, sino dependiente de la elección. También nos ha dado frases poderosas como esta que nos recibe al iniciar la lectura de Soñarán en el jardín: “Porque al final, como lo han dicho grandes científicos y como todos los niños saben, es a través de la imaginación, por sobre todas las cosas, que logramos percibir, sentir compasión y esperanza”. Esta bienvenida nos advierte que estamos por entrar en una narrativa inscrita en la tradición especulativa, fantástica, creadora de futuro. Pero ¿qué futuro es este? ¿por qué es tan urgente el futuro justo ahora?


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Soñarán en el jardín no es una novela, se compone de doce relatos. Sin embargo hay tres cuentos, tres personajes, que me hablan del camino de liberación y empoderamiento femeninos. En “La música y los pétalos” vemos a una niña, su horror al bajar al sótano oscuro y la ternura: “hasta me comí una telaraña para ver a qué sabía (a nada, pero se pega horrible al paladar).” Esta niña es obligada a mirar más allá de su infancia: al abismo del abuso, el incesto y la soledad. “No tiene ni idea, pobre mamá. Mejor así.” La madre y la niña no tienen mucho, son morenas –pobres–, la mamá lava y plancha ajeno y a la niña casi nadie la escucha. Pero entonces llega la vecina, le cuenta una historia y la niña escucha un relato de coraje, rabia, amor y defensa de lo amado; así aprende y evoca e invoca los poderes que duermen Allá abajo: “imaginando que estamos solas ella y yo, que nos bastamos para este mundo”.


En “La visita” una joven se suma a un colectivo de mujeres inspirado en Las Patronas –un grupo de mujeres organizadas para dar de comer a los migrantes que pasan montados en el tren llamado la bestia en la zona de Veracruz– para ayudar en la preparación de tortas y agua, pero también para sanarse a sí misma. Estas misteriosas mujeres han descubierto el modo “curar el alma” mediante La visita: “hay quienes la han descrito como un viaje en el tiempo” pero este método tiene la peculiaridad de transportarte realmente al lugar y tiempo escogidos, oler su aroma, ver sus colores, sentir la temperatura. La protagonista del cuento trabaja duro para llegar a donde su niña de cuatro años la espera “jugando en el cuarto de los trebejos”. La joven está ahí cuando “la puerta se abre, una cabeza cuya silueta me es familiar se asoma”. La reacción no es la esperada, no hay gritos ni llanto: “Simplemente nos veo. Lo único que importa es sonreírle a ella, acariciarle el pelo. Mirarme a los ojos y decir: Tranquila. Yo estoy aquí contigo.”


El tercer cuento es el último y el que da título al libro. Allí encontramos a Marisela –en memoria de la madre activista asesinada Marisela Escobedo– como la Guardiana de un memorial hecho para devolver, en la medida de lo posible, la vida a las mujeres que fueron asesinadas en México. Marisela ya es una abuela que resguarda la memoria de una lucha por la vida contra la muerte, el olvido y la impunidad. No es una casualidad que el libro comience con el relato de una niña y termine con el de una abuela, esta circularidad dice memoria, cuidado, imaginación. Estos tres momentos, el de la niña que enfrenta lo oscuro, el de la joven que toca con ternura la herida y el de la abuela que prodiga futuro son el relato que muchas hemos vivido. También fui esa niña confinada en el sótano, después fui esa joven –en compañía de otras– que miró y abrazó su pasado y, si todo va bien, espero ser esa anciana contando historias en medio de un jardín.


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Plantearse un futuro necesariamente nos hace pensar en el presente y en el pasado. Tres puntos de una cuerda que no pueden imaginarse por separado. Nuestro presente está cargado de signos negros –el genocidio en Gaza, el avance de la ultraderecha, el cambio climático, por mencionar tres–. Lo más lógico –y fácil– es imaginar un futuro de desolación, dolor y despojo, por eso las narrativas como la que nos regala en su obra Gabriela Damián Miravete son tan necesarias, poner en marcha estrategias verbales derivadas del ingenio y la ternura me parecen un camino posible para plantearnos –y plantarnos– un futuro distinto. Como dijo Garbiela al terminar la presentación de este libro: “Apostar por la ingenuidad y la ternura”.


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Uno de los cursos que imparto es sobre cuento contemporáneo hispanoamericano. Casi siempre termino con “Soñarán en el jardín”. Uno de los puntos de la exposición inicial incluía lamentar la ausencia de una edición en español impresa. Afortunadamente ya no es así, gracias al trabajo editorial de Mayra González, Karla Guerrero y Nayeli García Sánchez este libro puede estar en manos de lectoras mexicanas. El trabajo de las editoras se refleja en el campo editorial, y éste en el horizonte literario a nuestro alcance. Un día, gracias a este esfuerzo y muchos otros de carácter institucional y privado, no tendremos que hablar de la recuperación de autoras olvidadas, porque todas estarán presentes.



 
 
 

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