Under den Linden: las lenguas de la memoria y el olvido
- Rafael Mondragon
- 12 abr
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 14 abr
Por Mariana Masera
Para Rafael Mondragón

«No necesitarán universidad», es decir, serán para siempre un rebaño de esclavos ignorantes, embrutecidos, castrados espiritual y moralmente, cuyo destino no será ya sentir sino vegetar en infame y sosegada sumisión. Esto es lo que la raza de los amos piensa hacer con los pueblos de siervos del orden nuevo. Ni el menor rastro de benevolencia, de respeto para la personalidad y el honor de los demás ni el menor sentimiento de hermandad humana se alberga en los perversos cerebros de quienes un amo —que debe ser cambiado, que será cambiado— ha puesto en las manos poder para hacer el mal.
Thomas Mann, ¡Escuchad alemanes!
Las nubes y los vigilantes guardianes de los edificios se combinan en el cielo de Berlín. A veces son ángeles que desde lo alto de la catedral cantan melodías celestiales que se enredan en el viento, recordándonos la belleza divina y eterna. Otras veces, son águilas oscuras, acechantes, que nos recuerdan la esencia mortal de los seres humanos que deambulan en la tierra por los azules ríos de cemento de las calles.
En el cielo las creaturas angelicales se entretienen tejiendo los destinos de los dioses y los héroes, como las moiras, hilando, echando suertes o cortando el hilo del destino que profetizan en leguas oscuras, como las brujas de Macbeth:
Double, double toil and trouble;
Fire burn and caldron bubble.
Fillet of a fenny snake
[…]
Then the charm is firm and good.
(Macbeth: IV.i 10-19; 35-38)
Bajo los tilos, se escuchan los murmullos de palabras y relatos de amores cotidianos, las risas, las jóvenes se abrazan y se toman de la mano en las esquinas. En el puente, algunos se detienen ante un joven que echa suertes a los transeúntes. Nadie grita ¡esto es mío! No hay estrellas amarillas cosidas en la ropa o promesas de luchas brutales contra enemigos inventados. Solo la breve vida de los mortales en las redes invisibles de las horas.
Bajos los tilos, sin embargo, la gente también recuerda, hace memoria de los muertos, pone ofrendas, se detiene en la tensa memoria del Monumento al Holocausto, vigilante silencioso de la Puerta de Brandemburgo con sus carros de la Victoria. Más allá, entre los cafés y las tiendas de souvenirs, el ampelman cruza infinitamente imaginadas fronteras y muros. No hay nadie que grite ¡qué se acaben los odios! ¡qué nos dejen tranquilos!
La casa de la Ópera y su música celestial y las voces que nos narran y que nos hacen ser profundamente humanos de la Universidad de Humboldt. A su lado, el recuerdo de las cenizas de los libros bajo la tierra y las columnas de humo de los muertos en el cielo.
En el centro de una estancia iluminada por algunos rayos de sol, en el corazón del paseo de los tilos una “Madre con hijo muerto”, de Käthe Kollwitz rememora a los millones de muertas y muertos en ese abrazo eterno y pétreo:
Señor, ¿hasta cuándo gritaré pidiendo ayuda
sin que tú me escuches?
¿Hasta cuándo clamaré a causa de la violencia
sin que vengas a librarnos?
¿Por qué me haces ver
tanta angustia y maldad?
Estoy rodeado de violencia y destrucción;
por todas partes hay pleitos y luchas.
No se aplica la ley,
se pisotea el derecho,
el malo persigue al bueno
y se tuerce la justicia.
(Habacuc 1: 2-4).
Y así, confundidas entre la muerte y la eternidad, las personas se abrazan amorosamente ante los melodiosos ángeles creados por sus palabras y las mortales águilas cinceladas por sus manos, mientras recorren la tierra bajos los tilos, hablando las lenguas de la memoria y el olvido.
Berlín, a 6 de abril de 2025.
Mariana Masera ha desarrollado una extraordinaria carrera como investigadora y creadora de espacios universitarios. Sus libros y proyectos colectivos, herederos de la preocupación política y filológica de Margit Frenk, han abierto vías inéditas para la comprensión de la lírica popular, la literatura tradicional y los impresos populares. Mariana también viene de una familia de militantes que resistieron a la violencia de Estado en Argentina, y por ello es una decidida luchadora a favor de la verdad, la memoria y la justicia.
Este texto es parte del Diario de Berlín de Mariana Masera. Puedes leer la primera entrega del diario aquí. La segunda entrada está aquí. La tercera está aquí.
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