No es lo mismo La Castilla que el Español
- Alejandra Retana Betancourt
- 7 may
- 7 Min. de lectura
Por Concepción Suárez Aguilar [1]

El Puy[2], el chucho de la Teresa, se puso a ladrar bien fuerte. No había manera de llegar a esa casa sin que el pinche Puy hiciera su escándalo. Se asomaron unas chamaquitas y chamaquitos que luego luego se pusieron a gritar: “¡Ya vino el compañeras, ya vino el compañeras[3]!”.
María, la mamá de la Teresa, se asomó por la puerta de su cocina y nos hizo seña de jalar para allá. Entramos, rápidamente pasaron sus mejores sillas. Sirvieron café en sus tacitas de plástico rojo y nos pusieron una enfrente de cada una. Noté que, aunque nos recibían con cariño, había tristeza en sus rostros. “¿Pasó algo, compañeras? Las veo tristes”, les dije.
Tere agachó su cabeza. María nos dijo: “Ta triste ella porque caso pudo[4] participarse en la junta de la salud”. “¿Por qué no?, ¿no te dio permiso tu papá para ir?”, pregunté dirigiéndome a la Tere.
“Deja, compañera, deja mi papá. ¡Si es compa, pué! Pero es que es españolera[5] la doctora y nosotras pues en Castilla le contestamos. Y todavía yo, como que da miedo, más cuando no bien lo conozco la gente. ¡Qué tal no voy a decir bien! Y no va a entender o va reír. Y así meeenos viene en mi mente la palabra”, dijo Teresa y sus ojos se empezaron a llenar de agua.
“¡Ay, mi chula, es que es duro La Castilla![6]”, le dije y seguí: “A mí también me costó perder miedo de hablar. Creo que, a casi todas las mujeres, y más si somos indígenas o campesinas, se nos hace difícil hablar en público, a veces ni en la casa hablamos. Comprendo bien tu tristeza. La siento en mi corazón”. La Tere me interrumpió: “¡Y no sólo eso, compañera! ¡Caso sólo que no lo dije![7] ¡Sino que no lo cumplí!”. Y se soltó a llorar.
“¿Qué cosa fue lo que no cumpliste?”, pregunté. Tere, mirando a lo lejos, agarró un papel, lo colocó listo para leerlo y me dijo: “Es que, en aniversario, dijo el l Sup Moi[8] esto que te voy a leer”:
“Aquí estamos aquí hoy, no para recordar su caída de estos compañeros, compañeras zapatistas. Para que lo tengamos presente el deber. Porque fue un deber a esos compañeros y a esas compañeras. Así es, y eso nosotros las zapatistas y los zapatistas no hemos cumplido. No podemos decir que ya hemos hecho mucho. Hasta que lleguemos también como a esos compañeros que estamos hablando de ellos y de ellas de hace 30 años y de hace 40 años”.[9]
Ya que terminó de leer, la Tere dejó el papel en la mesa y dijo: “Yo lo he escuchado, compañera. Así lo dicen. De cómo es la comandanta Ramona[10], que ella escucha mucho, pero que también, si es que hay que defender, defiende. Y cuando mira hay algo se tiene que aclarar, lo busca cómo hacer ver los otros si son de la ciudad o dónde. Para que lo miren cuál es mero la problema, o lo miren todo completo cómo está. Porque si no, pues tal vez no llega bien una solución. Entonces, como dijo Sup Moi, que hay que vamos a hacer como ellas y ellos los caídos, pues yo así quiero, pero no pude, compa, no pude”. Le salieron más lágrimas y se le quebró la voz.
“No te desanimes, Teresa. Con el tiempo vas a poder”, le dije. “Sí, compa. Ya lo tengo en mi mente cómo voy a decir a esa doctorcita. Para que ya no venga brava así a regañar. ¡Que ya parece finquera! Y no nos gusta así, que si según compañera y porta como patrona”. Mientras decía esto la Tere pasó de cara de mucha tristeza a cara de medio bien brava.
“¡Ah chingar! ¿Pues qué hizo o dijo la doctora?”, dije yo, entre curiosa y medio encabronada. “Es que muy dice ella, que nuestra culpa que tamos enfermos. Que mucho mal de panza aquí, porque no queremos aprender. Y garró[11] y más duro lo dijo a la Leticia que sus chamacos puro diarrea y que seguro porque ella no entiende que tiene que hervir el agua. Y que así lo ha visto en muchas comunidades, como que no entendemos de eso de hervir el agua. Y nada dijeron las compañeras, sólo queda agachadas. Y yo quería decir, pero no me salía”.
“¿Qué querías decir vos, Tere?”. “Pues que lo mire bien. ¡Que caso tiene marido la Leticia![12] Ni caso hijo grande. Y si encima ta mal su panza, no hay tanto la fuerza. ¿Cómo va a buscar su leña pué? Es por eso que tiene poquito. Y si tiene poquito su leña, lo va a cuidar. No todo va a cocer, porque más que necesita cocer su maíz, su frijol, su café, si lo tiene”. “Innegable”, pensé y le dije: “Tienes toda la razón. Y pobre Leti, se debió sentir apenada”.
“Llevó pena, compa. Y luego, ¿sabes cuál el otro que me vino?”, me dijo ella con ojos brillando de lucidez, ojos de entendimiento. “A ver, cuéntame”, atiné a decir y me preparé a escuchar otro paso de su análisis interseccional de las mujeres de su comunidad en la tarea de cuidado de la salud y abastecimiento energético (por cierto, que esa palabrita de interseccional aún no la mentaba nadie en la academia feminista).
Esa gran pensadora que es la Tere se soltó y dijo: “Es que mirá, compa, aunque estemos buenas, y digamos que sí tenemos marido y hasta hijo grande y podemos encontrar mucha leña. Pero… ¿y si así, igual, todos de cada familia?, ¿será que aguanta el cerro pa' que tanta leña sacamos? Porque ya somos bastante en la comunidad. Y ahí, es que vino esta tristeza que me viste. Porque ahí lo vi clarito. Fue por eso. Como nomás sé poquito La Castilla y luego que por el miedo ya no dije. Pues así se va su mente la doctora, sólo con su pensamiento de ella. Y no es que... sólo así que cae mal su modo de finquera, patrona. Sino que, no estamos viendo de la problema en su fondo. Porque no es nomás que se hierva, sino cómo vamos a encontrar que el agua no enferma, pero tampoco acabamos el cerro por pura leña”. Y una vez dicho esto, se vio que un buen aire le llenó el pecho.
“Mi Tere. No te sientas mal. Estoy segura de que un día vas a poder decir todo lo que sientes y piensas y no sólo a la doctora. Yo creo que tú vas a poder defender a tu pueblo de los coyotes, de los pinches empresarios, de lo que sea, porque sabes que es necesario”, dije con la admiración que me provoca la humildad de esas mujeres tan sabias.
“Así quiero yo, compa. Es tu verdad y así lo pienso. No lo sé cómo, pero lo vas ver, voy a quitar este miedo y aunque con mis medias palabras voy a decir mi idea a compas de esos de la ciudad. A ver si lo saben si hay una solución y, de mientras, pues aquí sigo platicando en mi Tseltal con las compas de la comunidad, a ver si un camino sale”.
San Cristóbal de Las Casas, Chiapas.
26 de agosto de 2024.
A un mes de que se cumplan 10 años de la desaparición de 43 estudiantes de la Normal Rural Isidro Burgos, de Ayotzinapa, Guerrero, México.
[1] Este texto está escrito en Castilla y no en Español. La primera diferencia puede observarse en el título donde los nombres de idiomas aparecen con mayúscula inicial. En Español, los nombres propios son aquellos que nombran personas, lugares, animales o cosas específicas y que, además, cumplen la norma de no tener sinónimos ni antónimos. Sirven para diferenciar una persona o cosa específica de otras de su misma categoría. Dado que La Castilla no ha sido normalizada, no existen normas para su escritura. De modo que las mayúsculas iniciales en idiomas y variantes dialectales deben tomarse como mi propuesta. En ella se conjungan valoraciones políticas acerca de la relevancia de los idiomas como estructurantes de pensamiento que merecen ser distinguidos unos de otros dentro de la categoría idiomas y variantes dialectales.
[2] Puy es una palabra del idioma tseltal y algunas variantes de tsotsil. Significa caracol.
[3] En la Castilla de incontables comunidades indígenas de Chiapas, la concordancia de número y género no es una norma. En la expresión “el compañeras” se hace referencia a compañeras en plural. En español se escribiría “las compañeras”.
[4] En Castilla, la expresión “caso pudo” es un adverbio de negación, similar al “acaso pudo” del Español.
[5] Mujer que habla en español. La mayor parte de las veces coincide con ser mestiza, de la ciudad o extranjera. Escuché esa expresión en algún lugar de la Selva Lacandona.
[6] En la expresión “es duro La Castilla”, se puede observar la discordancia de género que se presenta de manera frecuente en La Castilla que se habla en las comunidades indígenas de Chiapas.
[7] En esta expresión “caso” equivale a “si fuera”. “Caso sólo que no lo dije”, es decir, “si fuera sólo que no lo dije”
[8] “Sup” se ha usado en tierras zapatistas para abreviar el grado de Subcomandante.
[9] Transcripción de fragmento del discurso dado por el Subcomandante Moisés, maya tojolab'al, jefe del Estado Mayor del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), el 01 de enero de 2024.
[10] La Comandanta Ramona, mujer maya tsotsil, se integró desde muy joven al EZLN. Fue parte del Comité Clandestino Revolucionario Indígena, Comandancia General del EZLN. Se mantuvo en su cargo de Comandanta hasta el día de su muerte ocurrida el 06 de enero de 2006. Es recordada, entre muchas cosas, por su trabajo decidido a favor de los derechos de las mujeres. Una de sus mayores herencias es “La Ley Revolucionaria de Mujeres Zapatistas”, proclamada en marzo de 1993, meses antes del levantamiento armado, hecho único en la historia de los movimientos armados latinoamericanos del siglo pasado.
[11] Agarró.
[12] “Caso tiene” es un adverbio de negación, similar a la expresión en Español ”acaso tiene”.
Concepción Suárez Aguilar (Ciénega de León, Chiapas 1976). Afromestiza. Licenciada en Comunicación Intercultural. Maestra en Estudios de la Mujer. Defensora, educadora y comunicadora popular. Sus líneas de investigación y acción son los derechos de las mujeres y pueblos Indígenas, la defensa de tierra y territorio.
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