Für immer hier / Aún estás aquí
- Rafael Mondragon
- 24 mar
- 3 Min. de lectura
Por Mariana Masera
A Malou, mi mamá,
a Omar, mi papá,
a Victorio, mi abuelo
a los 30,000 desaparecidos,
a las Madres y Abuelas de plaza de mayo
A los Hijos
A los nietos
A los memoriosos

Hoy es una tarde grisácea en Berlín. La ciudad se ordena en sus calles azules de duro asfalto, detenidas como si fueran los ríos de un viejo mapa. Las luces parpadeantes de los semáforos abren y cierran caminos a los peatones que se agrupan en cada cruce, esperando una señal que les indique si continúan o se detienen en su recorrido. Distraídos en el ahora que parece eterno en su constante mudanza y se torna pasado, al mundo del recuerdo.
Camino hacia el cine para ver “Aún estás aquí”. Y, mientras tanto, dibujo bajo mis pasos otro mapa de otro tiempo. Como esa mañana del 24 de marzo de 1976, cuando se escucharon en la radio los comunicados de la nueva junta militar que había dado un golpe de Estado. Con ellos, la muerte y la violencia se apoderaron de las calles… Comenzaron sus patotas y los Ford Falcon, como heraldos de la muerte, a secuestrar, matar, robar, violar, asesinar impunemente. Quisieron ocultar a los muertos en las nubes, en los ríos, en las fosas comunes: los desaparecidos.
Una mañana, una tarde, una noche, en cualquier momento, bajo cualquier acusación, se los llevaban… se los llevaron. Pero no contaron con las memorias tercas y encendidas de cada familia, amigo, madre, padre, abuela, que los buscaron y los buscan: las Madres y las Abuelas de Plaza de Mayo, las locas, las madres buscadoras de México, los hijos, los nietos. Los nombramos amorosamente, los lloramos desconsolados, los amamos y los llevamos en nuestras historias, en los más diversos países… navegamos otros ríos y los nombramos, volamos en aviones entre las nubes y los nombramos. Los amamos todos los días.
Fueron el ejemplo amoroso de ellas —madres, abuelas— y de todos los seres que se rebelaron a la muerte:
Ponme como un sello sobre tu corazón, como una marca sobre tu brazo;
Porque fuerte es como la muerte el amor. (Cantar de los Cantares: 8,6).
Será el amoroso recuerdo que nos permite conservarlos, el que nos permita conservarnos, en las más distantes y distintas sociedades y ciudades, como hoy en Berlín: Aun estás (están) aquí.
Presentes ahora y siempre.

Y sin embargo las orillas del río relucen
Mariana Masera
Y sin embargo las orillas del río relucen,
como los cuchillos de plata,
el alambre que entorna las manos
o el ala del avión vuelta sol rutilante.
Nos quitaron la tierra bajo los pies,
las uvas, los álamos y el oloroso hinojo,
la cordillera del horizonte,
las mismísimas rosas,
la higuera…
Nos quitaron a los nuestros.
Se los llevaron en oscuros autos
como los heraldos de la muerte.
Se los llevaron sangrando.
Nos dejaron aterrados,
sin tierra,
en el horror que se enreda
entre las nocturnas nubes
y el alba de rosáceos dedos….
como entre muertos, entre-vivos, entre ríos.
Nos fuimos haciendo aguas,
hundiéndonos en las venas,
en los corazones, en los no-cuerpos
-míos, tuyos, suyos, de ellos-.
Nos fuimos diluyendo,
poco a poco,
hasta ser aire, polvo, nube.
Sin embargo, volvimos
una y otra vez,
como las ordenadas olas del río que golpean la orilla,
-de la muerte a la vida, del olvido a la memoria, del silencio a la palabra-
ir y venir, venir e ir, ir, venir.
Nos volvimos cenizas de mar,
nos volvimos el Río de La Plata…
nos abrazamos amorosamente,
sin fronteras metálicas,
desterrados pero juntos,
en las aguas dulces y saladas del amar.
Morelia, 27 de julio de 2021.

Mariana Masera ha desarrollado una extraordinaria carrera como investigadora y creadora de espacios universitarios. Sus libros y proyectos colectivos, herederos de la preocupación política y filológica de Margit Frenk, han abierto vías inéditas para la comprensión de la lírica popular, la literatura tradicional y los impresos populares. Mariana también viene de una familia de militantes que resistieron a la violencia de Estado en Argentina, y por ello es una decidida luchadora a favor de la verdad, la memoria y la justicia.
Este texto es parte del Diario de Berlín de Mariana Masera. Puedes leer la primera entrega del diario aquí. La segunda entrada está aquí.
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